Una reflexión sobre la ciudadanía (desde el privilegio)
El aire se siente diferente cuando camino en las calles de Viena, donde estudio por un semestre de intercambio. Soy un migrante más, pero con los mismos derechos que cualquier otro, porque mi pasaporte es alemán. Tengo permitido equivocarme y saltar un semáforo en rojo, sin que mi permanencia en el país este amenazada. En Estados Unidos, dónde ya llevo dos años de universidad, el aire es diferente. Desde el momento en que pisó territorio estadounidense, mi condición en el país está sujeta a revisión. Un hombre, por lo general, mira mi pasaporte con escepticismo y me hace preguntas rutinarias. Luego me deja entrar. No tengo nada que temer, pero siempre estoy un poquito nervioso. El problema, es que esa intranquilidad permanece con los estudiantes internacionales todo el tiempo, más aún si hacen parte de poblaciones discriminadas en Estados Unidos. Le añade, sútilmente, a cuenta gotas, un poquito de cortisol, que es la hormona del estrés, a tu sangre. Abajo dejo dos comentario...